En mi vida he conocido a dos prsonas a las que considero excepcionales. Una de ellas no tiene nada que ver con la montaña, la otra era Basili Girbau.
Primero conocà a un Basili maduro, todavÃa no viejo, que viajaba en el aereo, con una americana poco lustrosa y una maletÃn colgado de la la mano, que iba y venÃa de paises lejanos.
Al cabo del tiempo conocà al Basili ermitaño, un personaje que parecÃa salido de la edad media, o de las sagradas escrituras.
Te lo podÃas encontrar cualquier dÃa o cualquier noche, andando por los senderos de montserrat, y seguro que si no lo conocÃas, te creÃas que se trataba de una aparición.
VestÃa hábito de monje, tenÃa el cabello y la barba largos, también las cejas. Completaba el atuendo un gran palo, que usaba como bastón, y
una larga bufanda, con la bandera catalana, alrededor del cuello. Su estampa se parecÃa mucho a la que pintan de Moisés.
VivÃa en la ermita de la Santa Cruz.
Con frecuencia pasaba un rato en el refugio de Sant Benet, hablado de cualquier cosa con los escaladores, y todos embelesados con su conversación. Siempre era un placer escucharle. Todo lo que salÃa de su boca era de una lógica evidente y fruto de un conocimiento inmenso. Basili era, sin duda alguna, un sabio, y una de sus cualidades era el don de gentes. A todo el mundo le gustaba escuchar su conversación, desde la monja más mojigata hasta el escalador más curtido.
Yo soy ateo convencido, sin embargo, eso no me impidió en cierta ocasión, participar en la misa de Basili, que era una maravilla de lo mÃstico. En su ermita, frente a una ventana a través de la que se veÃa el sol naciente sobre la montaña; como altar una mesita rústica, adornada con piedras procedentes de distintos lugares del mundo. La misa la decÃa medio en catalán, medio en latÃn, medio en árabe. En las paredes colgaban escrituras en caracteres orientales. Despues, una comida austera, pero acompañada de un buen vino...y ya no me enrollo más, que se me está subiendo a la cabeza el misticismo.
Nota aclaratoria:
Para quien no tenga referencias de Basili Girbau, explicaré que fue un Monje montserratino, teólogo y traductor de libros, conocedor de muchos idiomas. Viajó mucho por el mundo y en su vejez se retiró a vivir como ermitaño. Dicen que el Dalai Lama, cuando visitó montserrat, preguntó por él. Una frase famosa suya: "El desengaño es positivo, ya que si se vive engañado, desengañarse es una liberación."
Eran los primeros años setenta, sábado por la tarde.
Iban llegando escaladores, la mayorÃa en el aereo y, solo algunos privilegiados, en vehÃculo propio. Otros, mas tardÃos, llegaban en los últimos trenes y, como ya no habÃa aereo, se juntaban en el bar de monistrol y subÃan en taxi.
Los taxistas hacÃan su agosto; cobraban por persona, como los autobuses, y metÃan toda la gente que cabÃa, bien apretujados, con el maletero a reventar de mochilas y, hala, parriba, el Seat 1500 arrastrando el culo entre la niebla.
Ya caÃda la noche, se montaba el jolgorio padre. Se practicaban juegos brutos, como churro-mediamanga-mangutero, se deambulaba en grupos, se hacÃan pruebas, a ver cuantos tÃos se pueden meter en la hornacina vacÃa y, como no, se hacÃa lo que ahora se llama bulder, en las paredes de los edificios. El paso más famoso de todos era el "flanqueo de la peseta" o "paso de la pela".
Está en la arista que hay a la derecha de la biblioteca, y la cosa consistÃa en flanquear, bordeando la arista, con los pies por un reborde que hay a, más o menos, metro y medio del suelo. Para ayudar a mantener el equilibrio, se metÃa una peseta en la fisura entre dos bloques de piedra, de la fachada, y se utilizaba como presa de mano. Luego, de tanto meter pesetas, la fisura se agrandó y, en vez de una peseta, habÃa que meter un duro, despues ya la yema del dedo y, al final, la gracia era hacerlo sin utilizar esa pequeña presa.
La autoridad en el monasterio, durnte la noche, era Cirilo, un sereno de sesenta y muchos años, que vestÃa uniforme gris, con gorra del mismo color, e iba armado con un chuzo (bastón con un pincho en la punta, que era el arma habitual de los serenos). Cirilo era muy querido y respetado por todos los escaladores. Era muy tolerante y, cuando decÃa hasta aquÃ, se le obedecÃa. Y que a nadie se le ocurriese meterse con el, en presencia del colectivo escalador, que iba a salir muy mal parado.
Corilo, que vivÃa en Monistrol, murio atropellado por un coche. Todos lloramos su muerte.
Aunque nunca he sido gran cosa, como escalador, he estado muy vinculado al mundo de la escalada en Montserrat, en el pasado. He conocido a mucha gente y he visto y sabido muchas cosas y, como el piar se me da mejor que el escalar, sobre todo porque es más fácil y menos comprometido, ahà voy, a contar mis historietas. Si alguien quiere leerlas, me sentiré muy honrado y, si no, me las cuento a mi mismo, como hace la mayorÃa de las personas que cuentan algo.
Desde luego que mi primer recuerdo tiene que ser para Ramón Albert, a quien me gustarÃa volver a ver. Si alguien sabe algo de el que me lo diga.
No es su recuerdo el primero por ser el más antiguo, no lo es, ni mucho menos, sino por su calidad como escalador y como persona.
Yo tenÃa veintipico años y el casi cuarenta. No estaba en su mejor momento pero, a pesar de todo, verlo escalar era un epectáculo. He conocido a gente muy fina en placa, pero nadie comparable con el. ParecÃa que tuviese ventosas en los pies y las manos, como las moscas. Escalaba con una bota de vino colgada en bandolera y, cuando se presentaba un paso dificil, decÃa: "un traguito pal susto", echaba un trago de vino y palante, con dos cojones. Le hablaba a las presas: "aguanta cariño, que es un momento". No necesitaba poner seguros, decÃa que la seguridad la tenÃa el, y no era chulerÃa, era verdad. Esto, hoy en dÃa, puede que sea dificil de entender, pondré un ejemplo: ¿a que a ti no te hacen falta seguros en un segundo o tercer grado?, pues a el le pasaba lo mismo en un quinto o quinto superior (de verdad).